Foto de Martín Santoro |
Payasos, malabares, equilibrio, algo de “cumbia circense”…
Elementos extraños en un recital de rock. Pero las fiestas clandestinas tienen
estas cosas que ayudan a matar la ansiedad mientras se espera a que la banda
principal se suba al escenario (aunque la agitación es difícil calmar si el que
debe subir es Pez).
Y una vez terminado el circo, las sombras no se hacen
esperar (sólo tres), el bombo impaciente se mezcla con la música del DJ y por
fin se abre el telón. Es Pez, con una nueva (en realidad vieja) formación de
trío, ya sin Pepo Limeres, ya sin teclas. El prejuicio de un fundamentalista
del teclado aparece como una niebla densa que no permite apreciar los primeros
temas. Pero finalmente el sonido del trío se adueña del lugar y sólo basta
cerrar los ojos para viajar al compás de riffs, armonías, cortes y cambios de
ritmo.
http://www.pezapesta.com.ar/fotos.htm |
¿Cuántas horas de ensayo necesita un conjunto para coordinar
tantos cortes, matices y pinceladas? Con el material que estos muchachos usan
para dos o tres temas, un economista musical sacaría un disco doble. Pero al
fin una banda se olvidó de los números y recordó que primero están los sonidos.
Cierre para los de siempre, “Rompo tu piel de Asno”, La Gota (pedido por el público
que produjo alguna chicana de Ariel Minimal) y “Creo que amamos el dolor”, para
que el viaje termine en éxtasis de explosión. Unas seiscientas personas (a ojo)
despiden con ovación a una de las mejores bandas del rock nacional en Flores.
Por Emanuel Villalba
Por Emanuel Villalba
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