Veinticinco kilómetros separan a Hurlingham de once. Menos
de media hora en tren o auto, pero para una banda de barrio que hace todo a
pulmón el viaje puede tardar un poco más. Madame Curie, de años vagando por los
escenarios del oeste del conurbano, se sacó el gusto de tocar en el emblemático
bar “La Perla ”
y representar al rock de Villa Tesei en plena Capital Federal.
Y vaya que dejó bien parado al barrio con el sonido crudo y
la garra que caracteriza a esta nueva formación, en la que el vocalista Matías
Figueroa se sumó a la guitarra de Juan Villalba, el bajo de Rodrigo González y
la batería de Sebastián Iglesias.
Al final del primer tema, “Supernova”, la gente le demostró
que más allá de las distancias seguían siendo locales, y eso aflojó todos los
nervios del precalentamiento. Ese fue el momento de disfrutar la música y el
paisaje de aquél bar mítico. Sin embargo, la apariencia del local estaba lejos
de ser la que el imaginario común puede pensar sobre el bar donde se escribió
la primera canción del rock nacional. Tan sólo algunas fotos y una placa
conmemorativa hacían recordar que en el baño de ese lugar Litto Nebbia había
escrito junto a Tanguito “La balsa”.
Así como en algún momento Ramsés VII había llevado el espíritu
del oeste del conurbano a aquel bar, Madame gritaba su rock al compás de “2 por
4” , “Volar”,
“Nada más”, “El gordo”, entre otros temas. Los pibes cumplieron, disfrutaron e
hicieron disfrutar.
Después fue el tiempo de los saludos finales, los aplausos,
el pedido de una más y la gente que finalmente se retiró con una sonrisa de
satisfacción. El bar quedaba vacío casi en su totalidad, y con la terquedad de
siempre los pibes del barrio miraban a su alrededor buscando la mística
perdida. En un asiento, totalmente solo, Rodolfo García (baterista de Almendra y Aquelarre)
miraba el partido de Vélez-River sin que nadie lo molestara. Esa es La Perla de la noche.
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