Dicen que los grandes músicos mueren jóvenes. Una revisión histórica rápida, comenzando con Mozart, pasando por Gardel y llegando a otro grande como John Lennon, parece darle la razón a esta teoría. Y el rock/jazz/blues parece ser de los terrenos más fértiles para las muertes prematuras de los grandes exponentes: Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Robert Johnson y nuestro querido Pappo fueron algunos de los que se fueron antes de lo que hubiésemos querido. Pero para toda regla hay una excepción.
B.B. King cumple hoy 86 años y no tiene pensado vivirlos de regalo. Después de deleitar en el verano a miles de argentinos que pudieron disfrutar de sus recitales, tira la casa por la ventana festejando su cumpleaños con una gira por Estados Unidos. Claro que quizá ya no puede aportar la misma energía física desde el escenario, pero sentado en su silla logra acariciar las cuerdas con la misma delicadeza y acompañar su sonido con su voz igual de expresiva.
Pero claro, si quería ser un buen músico primero debía coquetear con la muerte. Tras un show en Arkansas, el edificio donde estaba hospedándose se incendió. Una vez a salvo fuera del edificio recordó que su guitarra estaba dentro y no dudo en ir por ella. Esta arriesgada maniobra (pero más que justificada) casi le vale la vida al músico. Luego King se enteró que el incendio había sido por una pelea entre dos hombres por una mujer llamada “Lucille”. Ese debía ser el nombre de su guitarra.
Y el amor por ella fue tan grande, que le escribió una canción en la que admite que le cambió la vida. La música había llegado a él de la mano de la Iglesia (al igual que J.S Bach o Joseph Haydn) pero la guitarra fue su única compañera en sus días en el ejército. Y luego lo acompañó por el resto de su vida, al igual que el blues.
B.B. King, aquél que agasajara a nuestro Pappo calificándolo como “el único blanco que toca como negro”, aquél que fue elegido por la Rolling Stone como el tercer mejor guitarrista de la historia (como pueden hacer una tabla de posiciones de esto nunca lo supe), hoy se ríe de las máximas estúpidas que inundan nuestra música y demuestra que se puede ser enorme y morir de viejo.
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