El cielo que yo conozco se cae de vez en cuando y se precipita mojando las calles. Pero detrás de él alguien llora de verdad y derrama su dolor sin mostrarse al ojo humano.
El cielo esta ahí. Nunca se marcha. Esparce su color, a veces más fuerte, a veces más claro, pintando el techo de diferentes tonos según el ánimo.
El cielo es día cuando deja ingresar la luz del irrespetuoso sol que jamás pide permiso. Así deja su lugar para que los rayos se hagan cargo de la piel y el mar.
El cielo es noche a la vez que la luna le quita el lugar al padre de la luz para hacerse de protagonismo ante los noctívagos, que siguen caminando por debajo de su tenue brillo.
El cielo es cortado por los rayos de la tempestad y asustado por los relámpagos del temporal. Sin embargo, él sigue firme con su capa de celofán incolora.
Por David Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nudos