El arte suele ser simple o complejo, armonioso o desafiante.
Yo diría que las danzas clásicas es aquel arte que lo abarca todo y así fue
como lo demostró nuestro gran bailarín Maximiliano Guerra junto al ballet del
Mercosur, en el teatro ND Ateneo, el día 21 de abril.
Todo comenzó simple, un escenario prácticamente vacío, dos
mesas de café en el fondo haciendo de atril y una primera parte dedicada a
nuestros abuelos. La puesta milonguera centrada en la vida de aquellos que
llegaron a Buenos Aires en busca de la tierra prometida se llamó Hotel de
Inmigrantes.
Luego de un intervalo llegó la danza en su estado más puro,
con la dirección general y artística de Maximiliano Guerra, fue él mismo quien
se compenetró en la piel de Iván el Terrible.
Aquí emocionaron todos los sentidos, los complejos
movimientos de quienes llevan el baile clásico en su sangre, la armonía de sus cuerpos
en su máxima expresión y la desafiante y exquisita interpretación de todos los
bailarines.
Maximiliano Guerra declaraba lo siguiente: “Iván era una de
mis asignaturas pendientes, un personaje histórico que se mece entre heroísmo,
pasión y amor. Quiero resaltar en esta puesta, su mayor logro: fue el único Zar
que consiguió el apoyo de su pueblo y la unidad de toda Rusia. Lo nombraron Zar
de todas las Rusias, le dicen El Terrible; yo quiero que también se lo
reconozca como el precursor de la democracia”.
Y así fue como culminó el espectáculo, dejando a todo el público
presente la sensación de un Iván heroico, sufrido, terrible no por elección,
nunca en paz, pero luchando hasta el último minuto de su vida.
De pie se despide a un gran trabajo, de pie se despide a un
excelente elenco, de pie y con ovación se despide al mejor bailarín de nuestro
país. Maximiliano Guerra ha sido Iván el Terrible y lo ha interpretado de la
mejor manera, a través de aquel arte que lo abarca todo: lo simple y lo
complejo, lo armonioso y lo desafiante: ha culminado un espectáculo de danza clásica,
de ballet.
Por Mariana Burgio - Fotos de Paula Grecco
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