Y le habían dicho que bajo el mar los colores eran otros. Una tarde decidió experimentar, se tomó cinco minutos, se tomó un té. Cerró los ojos y decidió no pensar nunca más, que los rojos, los azules, los amarillos, los verdes, los naranjas, los violetas hagan su trabajo. Y así fue, su almita se tiñó de arco iris marino...de pescaditos y burbujas.
Por Karina Crulcich
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