viernes, 16 de diciembre de 2011

La música también puede pintar

Es tan sencillo (o al menos parece desde afuera) describir con un cuadro, una escultura, una novela, una danza o a través del drama una escena de la vida cotidiana o un simple paisaje. Pero esa sencillez se disuelve en la música Su lenguaje, quizá el más abstracto de todas las artes, es una verdadera traba para “dibujar” un paisaje o “narrar” una escena. Hegel fue quizá el que mejor definió esta cualidad: “La música (…) traduce sentimientos profundos y completamente imprecisos – los movimientos del alma, por así decirlo, a los que no se puede atribuir ni contenido, ni pensamiento”.
Pero claro, el filósofo alemán no llegó a conocer en todo su esplendor la revolución musical que generó un contemporáneo suyo, Ludwing Van Beethoven. Son muchos los que atribuyen al cuarto movimiento de su sexta sinfonía, “La Tempestad”, el carácter descriptivo que años después tomaría la música para no dejarlo jamás.
De esta manera, el compositor encontró un mundo nuevo en el que podía inspirarse para crear. Ya no todo dependía de los berretines del alma, sino que un piano podía imitar a la lluvia, una flauta al viento o una orquesta al mar. Fueron muchos los estilos que tomaron esta idea, muchas las generaciones, y es por eso que la música ha encontrado miles de nuevas formas de describir los elementos más simples de la vida o de la naturaleza. Y aunque parezca imposible, cuando uno escucha aquellas composiciones, inevitablemente se representa aquellas imágines que el autor quiso trasmitir.
Últimamente esta idea no ha sido explotada por muchos músicos, quizá fue olvidada. Pero la realidad es que la inspiración que puede producir un simple evento de la vida cotidiana, como la lluvia, el tren o una cabalgata, puede transformarse en la más bella obra musical.

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