lunes, 12 de diciembre de 2011

CON LAS PASTILLAS EN EL LUNA...

Numerosas discusiones he tenido acerca de lo que significa que una banda sea “buena”, en el sentido más amplio de la palabra.  Y aunque el debate suele terminar con la conclusión de que aquello es una apreciación muy personal y subjetiva, a veces creo que ciertas características ameritan para que una banda sea considerada, efectivamente, dentro del grupo de “las buenas”.

Las Pastillas del Abuelo se presentó este último fin de semana en el estadio Luna Park para estrenar su disco Desafíos. Y esta vez, por razones de fuerza mayor, viví el recital desde la platea, sentada, a un costado, y lejos del pogo agotador del campo. Desde allí pude apreciar, mejor que en otras ocasiones, el trabajo de los artistas en el escenario -y no únicamente la fiesta que se vive abajo, como suelen criticarme-. Y sin ninguna duda, puedo asegurar que este grupo es uno de aquellos por los que vale la pena quitarse el sombrero.

Junto a varios invitados, como Migue de El Bordo y Bárbara Silva de Mama Chabela, la banda demostró un gran crecimiento a nivel musical. Intercalando diversos ritmos, y fusionando el rock con el reggae, el candombe, la chacarera, el jazz y el country, las extensas letras de las canciones fueron tomando vida, repletas de sentido y contenido social y político. Así, se dieron el lujo de tocar casi todos los temas del último trabajo, pero también repasar algo de su historia, con clásicos como La casada”; Viejo”; “Cerveza” y Skalipso”, entre otros. Y promediando el final, darse el gusto de mechar “La parabellum del buen psicópata”, de Los Redondos.

Sin rodeos, también cabe decir que el cantante de la banda goza de un carisma que sabe desatar para hacer delirar a la multitud. Piti Fernández, demostró a lo largo del show su enorme profesionalidad. Interpretó cada tema con una energía única, actuando cada estrofa como si se tratara de una obra de teatro, y bailando frenéticamente cada canción. Empapado en sudor, también le arrancó ajustados acordes a la armónica en los momentos indicados. Y así, después de casi tres horas agotadoras para toda la banda, nada quedó por brindar arriba del escenario.

Si la entrega absoluta, el profesionalismo, la humildad y la impecable calidad musical de esta banda no son características válidas dentro del pequeño mundo de las “buenas bandas”, entonces ¿cuáles lo son?


Por Rocío Rimoldi.

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