Pocas experiencias tienen tanto encanto como la de comenzar un viaje sin destinos completamente definidos. Y más aún, si aquellos lugares con los que te encontraste, casi por casualidad, lograron seducirte desde cada detalle. Cuando con mi amiga decidimos las vacaciones por la costa uruguaya, las expectativas no eran abultadas, sin embargo, este país logró sorprendernos.
“El que mucho abarca poco aprieta”, suele decirme mi mamá, así que intentaré concentrarme en tan solo dos de los lugares que más lograron conmoverme: Valizas y Cabo Polonio. Dos pueblitos paradisíacos en donde se respira un aire especial y que, según mi humilde opinión, ameritan para ser mencionados como dos lindos lugares en el mundo.
Valizas, cuyo verdadero nombre es Barra de Valizas, es un pequeño pueblo que se encuentra en el kilómetro 271 de la ruta 10. Pintoresco y acogedor, este mágico lugar fue poblándose de hippies y artesanos que encuentran allí la mejor de las inspiraciones. Una de sus principales atracciones son las enormes dunas desde las cuales se puede apreciar una increíble vista de la costa. Y es desde allí que se suele realizar la famosa caminata hacia Cabo Polonio.
El Cabo cuenta con una mística especial. Es considerado parque nacional y los visitantes no pueden ingresar con vehículos, por lo tanto, allí no hay caminos estipulados, sino arena en la que perderse. El mar es helado, pero de un verde esmeralda que invita a ser sentido a pesar del frío. Además, como parte del ritual que significa la visita a este sitio, los alojamientos no cuentan con electricidad. Es así que las noches allí suelen volverse maravillosas. Con el resplandor del célebre faro y la cercanía de un cielo repleto de estrellas, se logra una luz tenue que ilumina parcialmente la oscuridad y alienta a un romance eterno.
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