Otra vez la calle hizo de Celestina para unirme con la literatura "independiente", como le dicen.
Me había sentado vestida de colores sobre el pasto de una plaza, me disponía a tomar mate, escuchar música y mirar lejos cuando ella se acercó. Dafne Mociulsky también estaba colorida y llevaba el pelo suelto. Antes de llegar a mi se sentó junto a dos chicos, uno tocaba el violín y otro la guitarra. Solamente se sentó a su lado, no dijo palabra ni mostró los libros que llevaba en brazos con objeto de venderlos.
Pasaron unos pocos minutos para que se me acerque y me deje tres de sus creaciones.
Vi que caminó un poco más, pero volvió donde los chicos de la música, a quiénes se le había sumado un hombre que denotaba experiencia en sus canas y jugaba un claro rol de percusionista.
Caseros, artesanales y ricos en contenidos como son en general los libros que te llegan así. "Antología de poetas y dibujantes independientes" fue el primero en quedarse conmigo, sellección realizada por la misma vendedora. Sabía que así sería desde su título y tapa. Ahí dentro hay desgarros de amor y orgullos relucientes, fotocopiados. Hay pasión también en los dibujos en blanco y negro, con algunas líneas marcadas y otras no tanto. Las pocas hojas me resultaron una caja de emociones, donde Dafne y sus amigos (Diego Seoane, Mixta Relativez, Sonia Basch, Sebastián Bruzzese, Alejandro Raymoind, Tito Arrúa, Marisa Scancarello, Gastón Alamada, Antonella Andreoletti y Anahí Ferreyrea) te envuelven por un breve momento en situaciones cotidianas bien descriptas.
Ahora no me acuerdo cuál fue el que descarté. Pero el de tapa de tela rosa también se quedó conmigo. Dos novelas que no empecé a leer, del lado de la tela estampada en forma de rombo "Miedo Roto" y del de la pluma de paloma o algùn pàjaro cualquiera "En el cajòn de la mesita de luz".
Podría imaginar que Dafne sigue embelesada con aquella música o soñando por otras calles, recuerdo que sus ojos sólo miraban lejos.
Por Ivonne Guevara
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