Allá por los años ’30, tiempos en los que eran un estandarte los tangazos del tipo costumbrista como los del genial Discépolo (Cambalache, Yira Yira), un escritor salió al ruedo con una obra que hoy es un libro infaltable en cualquier biblioteca. Roberto Arlt supo crear relatos llenos de gente real, común y corriente que luchaba contra la desocupación y la angustia de una Argentina sin sentido, contaminada por la famosa Década Infame.
Aquel tipo, sobrio, parco para la labia, introvertido y por demás observador fue el autor de nada más y nada menos que Los Siete Locos. Este excepcional cuento, retrata un país en pampa y la vía, a través de su personaje principal: Remo Erdosain - un angustiado, apagado y triste ser que existe sólo porque el aire es gratis - que busca algo que le devuelva el sentido a su vida, luego de separarse de su mujer, quedar desocupado y sin un mango.
Roberto Arlt lleva al lector a un mundo que parece el actual, donde todo es complicado hasta respirar; donde las esperanzas no sobran y se compran en dólares; un lugar donde el pobre es el infeliz y el rico el que toca el cielo con las manos. Un relato tanguero, lleno de lunfardismos y expresiones de la época que lo hacen aún más auténtico y eficaz. Sin tapujos, el autor de El Juguete Rabioso expresa su verdad en siete personajes, literalmente uno más loco que el otro.
Dentro de una historia que continúa en Lanzallamas, Arlt ha sabido comprender el existir de los perdidos. Esa pesadez en los hombros que se hace imposible de aguantar y la soledad que en alquimia con la angustia se hace impotencia al no poder llevar el pan a casa. En pocas palabras puede decirse que Los Siete Locos es la vívida realidad de los desesperados que buscan salidas donde no las hay, pero que lo hacen sin querer, porque ya no pueden ver.
Por David Rodriguez
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