Su sonido era inconfundiblemente setentoso. Desde el órgano Hammond, hasta los cortes y motivos melódicos no dejaban alguna duda. Sin embargo, el conflicto entre los “estudiosos” de la música (quizá no sean más que etiquetadores de lo inclasificable) es capaz de durar varios rounds a la hora de encasillarlos dentro de un género.
Atomic Rooster ocupa para algunos un lugar dentro de la “música ácida” de finales de los 60, para otros un exponente del Hard Rock de los 70, pero también hay quienes defienden su condición de progresivos. Lo cierto es que a lo largo de sus siete discos de estudio, el conjunto atraviesa por momentos muchos de estos géneros y esa mezcla no necesita una etiqueta que los defina.
“Crazy World of Arthur Brown” fue la banda antecesora, la que parió a dos de los miembros fundadores de Atomic Rooster: Vicent Crane (órgano Hammond) y Carl Palmer (batería). Sin embargo, Palmer grabaría sólo el primer disco porque Keith Emerson y Greg Lake tenían mejores planes para él. Crane no se dejó desanimar, y con idas y venidas constantes de músicos logró sacar a la luz seis long plays más.
La historia fue algo injusta para el organista y sus acompañantes rotativos, porque entre tantos virtuosos de la época quedaron algo olvidados sus discos. Sólo lograron dos hits en Inglaterra (Tomorrow night y The devil´s answer) y sus discos no tuvieron demasiada repercusión en nuestro continente.
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