viernes, 10 de septiembre de 2010

Una recomendación vieja

Si recomendar discos nuevos no es una tarea sencilla, imagínense lo complejo que puede ser opinar sobre un disco viejo. Sin embargo, siempre pensé que eso sería lo correcto, aunque vaya en contra de las leyes comerciales. Es muy complicado recomendar música que sólo se escuchó un par de veces o un libro que se leyó rápido, sería mucho más rico hablar de algo que nos acompañó en distintas etapas y en muchos bondis o trenes en los que viajamos.

Seguramente, ese sea uno de los objetivos por los cuales hacemos NUDO. Hablar de las cosas que sentimos cuando nos involucramos con el arte. ¡Periodismo con datos objetivos pero 99% subjetivo! Digamos que en eso radica la libertad del ser, o por lo menos lo que entendemos nosotros.

Esto me pasó a mí…

Hoy cuando me levantE puse El Amor después del Amor y me hizo acordar a esas mañanas y tardes que viajaba a la facultad y que esperaba llegar al Puente Pueyrredón. No me pregunten por qué, fuera del olor espantoso y el agua sucia, mirar para el lado de los silos, para el lado en donde el río se abre, me daba como una sensación extraña, linda. Sentía que no estaba encerrada en una ciudad, sentía que había algo más allá. Fue una época en que escuchaba mucho ese disco de Fito, para mí, junto con Circo Beat, su mejor disco.

Son catorce canciones que cuentan historias. Pero que simbólicamente hablan de la juventud. Desde la canción primera que le da nombre al disco se habla del sexo y el amor, o el sexo con amor. Algo difícil en épocas tan rápidas, de puro exquisito disfrute sin un después. “Dos día en la vida” y “Tumbas de la Gloria” son canciones más guerreras, de ideología que va más allá de la bandera política, de ideología de vida. “Pétalo de Sal”, fuera de las diversas interpretaciones que puedan surgir, es un elixir mágico y profundo, sobre todo cuando el Flaco (Spinetta) dice “Algo tienen estos años que me hacen sentir así y decirte que te extraño y voy a verte feliz”, sufrimiento, droga y nostalgia. “La rueda mágica” con Charly y Calamaro, materializa el sueño de todo chico o chica amante del rock que quiere patear la puerta e irse con la guitarra a surcar el país o el continente, “me fui de casa a tocar Rock and Roll y no volví nunca más”, gritaba un Charly noventoso. Más allá de esto, el disco tiene canciones como “Un vestido y un amor”, “Brillante sobre el mic” (banda de sonido de todas las fiestas de egresados de los 90) y a “Rodar la vida”. “La verónica” no llegó a ser hit, pero es sublime. La historia de Sasha y Sissí es voladora, “Balada de Donna Helena” y “Creo” son muy Paez. Volviendo a lo que les contaba del puente Pueyrredón, cuando pasaba por ahí y esperaba ver el río que se abría, una vez después de muchas veces de escuchar el cassette, se me puso la piel de gallina cuando en la canción “Detrás del muro de los lamentos” escuché a la Negra Sosa decir “todo lo que hicimos, la mentira y la verdad, todo lo que hicimos queda vivo en un lugar”. Mientras una palabra, un sonido o una imagen te hagan pensar y exiliarte por un rato…el arte va a vivir por siempre.



Por Karina Crulcich

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