viernes, 7 de enero de 2011

Música de vagón




Acarició las cuerdas de la guitarra, desde la más gruesa hacia la más fina. Cinco, sólo cinco. La mala noticia no lo desanimó, sería cosa de estirar un poco más los dedos hacia los trastes más lejanos y reinventar algunos acordes. La segunda estaba un semitono más bajo, la tercera apenas un poco caída; él se encargaba de afinarlas entre vagón y vagón, difícil que se escaparan demasiado.

Aclaró la garganta y se presentó, no más de diez palabras trilladas, poca importancia tendrían después de que la guitarra hablara. Un arpegio suave y veloz abrió el camino a una melodía ligada y expresiva. Imaginó los rostros de los pasajeros que mudaban súbitamente de aspecto, algún niño de ojos saltones con la boca entreabierta maravillado por aquél sonido, alguna señora moviendo apenas su pie mientras miraba sonriente por la ventana. Silencio. Delicioso silencio acompañaba la pieza de su propia autoría. Dos acordes finales y pocos aplausos tibios.
Cerró su presentación con un recitado corto y encaró por el pasillo sacudiendo una lata oxidada. Clanc, clanc, clinc. Tres monedas golpearon contra la base de metal. Continuó su camino hasta chocar contra la puerta del maquinista. Suavemente se dejó caer, y sentado contra la pared comenzó a contar la plata que había juntado a lo largo del día. Tomó una moneda de veinticinco centavos con la izquierda y un gran pilón con la derecha, luego comparó una por una el tamaño, el peso y la textura. Rápidamente colocó una de cincuenta en el bolsillo de su camisa, que estaba vieja y gastada, mientras que las de veinticinco las mantenía en su mano izquierda. En su boca, la única moneda de un peso que había conseguido.
El tren paró. Se bajó en alguna estación, quizá Morón, quizá Haedo. Con la ayuda de una mujer pasó los molinetes y abrió los ojos. Por primera vez se sintió artista, al fin había subido al escenario más difícil. 

Por Emanuel Villalba

2 comentarios:

  1. Hermosa acuarela que la vida nos pinta a los que viajamos cotidianemente en medios de transporte públicos.
    Cuantos hacedores de nuestra Cultura se expresan así!
    Saludos,
    Marta

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