Foto fuente: Matías Cabrera |
Foto fuente: Sol Naboulet |
Luego de más de 15 minutos de un video intro al show, cuando la luz se apagó y apareció Paul, puedo asegurar que la energía fue tal que lagrimeó desde el de sesenta años, hasta el de 20, pasando por los niños que asistieron porque toda su familia lo hizo. Verlo ahí bailar, cantar, agradecer constantemente e intentar hablar un español-inglesado logró que uno se olvide rápidamente de la entrada “saladita” que abonó con mucho esfuerzo…ahí podríamos decir que el dinero se esfumó de la mente y todos por un rato viajamos a los ´60 por la ruta de más de 30 canciones de todas las distintas etapas de Paul. Seguramente las de los Beatles fueron las más aplaudidas y, sobre todo, Something que surgió tras una dedicatoria especial a George…imagínense como el corazón latió fuerte cuando luego de un par de estrofas las luces fueron hacia la inmensa pantalla central y apareció Harrison joven, sonriente, abrazado a Paul (se me volvió a poner la piel de pollo en este instante). También hubo un muy bonito homenaje para Linda, su gran amor, y, obviamente, para Lennon. Give peace a chance, Blackbird, Drive my Car, Let me roll it, The Long and Winding Road, Day Tripper, Get back y Yesterday fueron aplaudidas hasta el cansancio.
Más allá de las canciones, el show fue increíble, abrumador. Dos pantallas de casi 10 x 20 metros (a calculo aproximado) a los lados y una aun más enorme en el centro mostraron videos, fotos y dibujos constantemente. Quizás el climax a nivel show se logró con “Live and let Die”: mientras Paul tocaba el piano, el escenario se volvió rojo con llamaradas, al tiempo que fuegos artificiales iluminaron el cielo.
Siguiendo con la lista de temas, obviamente no faltaron Let it be, Hey Jude (con un coro de 45.000 personas), Yesterday y Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band.
Luego de mostrar una camiseta de la selección Argentina y decir “soy el Diego”, el reloj marcaba las 12 y monedas, Paul saludó y ¡dijo que volvería! Se encendieron las luces de River y todos regresamos de un viaje que va a quedar en nuestra memoria, en nuestra retina, en nuestros oídos, en nuestro alma y en nuestra historia. Vamos a poder sentir y decir: “yo vi a Paul McCartney”.
Por Karina Crulcich
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